Yo no conocía a este autor (tampoco es que yo me crea el mayor conocedor de autores del mundo, pero entiendo que tengo una cultura literaria normal), y no sé por qué las grandes editoriales no lo promocionan como a otros. Quizás sea mejor así, y parte del encanto del libro se base en encontrarlo por ahí escondido, como el que da con un Renoir en un tenderete de Alexandria (Virginia, EEUU).
Desde la primera frase ya sabe uno que este hombre sabe escribir de verdad. Se vale de un estilo recargado, pero a la vez tremendamente irónico, lo que elimina de la novela cualquier sospecha de pedantería. Tampoco hay mojigatería ni cacofonías rococós como en otros autores que intentan algún tipo de virtuosismo literario (y de los que hemos hablado en experimentos). Benítez Reyes es poeta y eso se nota mucho en su prosa. Apenas hay un par de frases sin algo inteligente, ocurrente, divertido o metafórico.
El libro narra en primera persona la vida de Walter Arias (en realidad es el mote del protagonista), un mindundi hidalgo que vive en la semidelincuencia, allá por los años ochenta. Está lleno de historias cómicas, o como mínimo, simpáticas. A mí manera de verlo, es un moderno Lazarillo (con la juventud ampliada hasta los treinta) que narra sus desventuras, sus filosofías y sus obsesiones (sexuales casi todas). Las escenas se suceden una tras la otra sin una trama subyacente general (o al menos da esa sensación), pero la magia de la prosa y los acontecimientos hacen que el libro se lea de forma fluida y con interés.
Además, por lo que se ve, Benítez Reyes parece simpático (me cuesta imaginar a un hombre que escriba una novela así y sea agrio, o distante) y tiene un blog que os enlazo aquí (aunque me haga competencia).
Imprescindible. Sí, sí, tal como lo oís. 5/5, creo que es el primer libro al que le pongo esta puntuación que tiene menos de treinta años.
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