jueves, 11 de octubre de 2012

LA IDENTIDAD y LA IGNORANCIA, de Kundera

Milán Kundera saltó a la fama por La insoportable levedad del ser. Lo más llamativo de la novela era el tono reflexivo con el que se trataba la trama, donde parecía más interesante preguntarse por la naturaleza de los hechos que describirla. Y así Kundera hilaba las ideas casi fuera del argumento, y las enlazaba más bien siguiendo una clasificación que un orden cronológico. De hecho, el propio Kundera se refiere a esta cualidad reflexiva cuando habla de la novela. Considera que la típica división de funciones posibles en la novela queda coja: acción, diálogo y descripción convierten a una novela en un producto vacío.
No se tardó mucho en denominar el estilo de Kundera como “novela existencialista”, y lo cierto es que no hay muchos más ejemplos puros que se adecuen a esta etiqueta. Casi parecía un término pensado para él mismo. Lo cierto es que Kundera tiene un estilo con mucha personalidad. El tiempo fluye rápidamente sobre los hechos, y no muestra ningún pudor en exhibir las preguntas que el propio narrador se hace. Las intercala entre los párrafos, los personajes y las líneas. Recurre a historias e ideas ajenas, anécdotas reales (sobre arte, música) fuera de la trama que aportan algún tipo de conexión invisible con el argumento, o bien una metáfora perfecta que a veces incluso acaban comentando sus propios personajes, como si no fuera el narrador el que lee la mente de los protagonistas, sino ellos quien leen al narrador, quien lo sienten. Sus pensamientos y reflexiones llegan a ellos soplados desde algún detalle cotidiano, o en susurros de un sueño que los despierta en mitad de la noche. La voz del narrador se diluye en el relato como si la hubieran batido y hubiera quedado una masa compacta y sin grumos.
La obra de madurez de Kundera tiende a la brevedad. Dos de sus últimos libros, los que aquí reseñamos, se leen casi de una sentada. La división en capítulos tiende al párrafo, a la imagen, y llena de lógica el discurso de la novela. Como siempre, el elemento principal es una historia de amor humano (siempre heterosexual y maduro). Y es que las relaciones amorosas parece que articulan todo el discurso narrativo de Kundera. Lo encontramos en “La insoportable levedad del ser” y estas dos novelas cortas, las dos últimas que ha publicado.
La primera, La identidad, trata sobre la desconfianza entre dos amantes. Los celos y los engaños llevan a situaciones un tanto extremas e imprevisibles. La segunda, La ignorancia, narra la relación entre dos desconocidos (o no) que vuelven a República Checa después de haber emigrado. En esta también hay engaños, ensoñaciones y recuerdos, e hila la novela alrededor del mito de Ulises y la Odisea.
En cualquier caso, Kundera es un producto que se degusta por su forma más que por su contenido. Lo que ocurre casi parece una excusa para leerlo. Los personajes son piezas y la trama un tablero que intenta describir una estrategia, pero esa estrategia y esas ideas podrían haberse explicado con cualquier otro juego. Están ahí para la estrategia, no para jugar.
Sólo aptas para fanáticos de Kundera, o gente que le gustó La insoportable levedad del ser y quieren un poco más. 4/5.

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