viernes, 21 de junio de 2013

Lista de series que hay que ver o RIP por Gandolfini

El miércoles, después de un día larguísimo, llegué yo a las 2 de la mañana a mi casa, y justo cuando estaba aparcando anunciaron en la radio que el actor James Gandolfini había fallecido en un hotel de Roma. Por alguna razón pensé que darían detalles sórdidos de la muerte, que se había encontrado dunas de cocaína en las mesas de centro, que estaba rodeado de prostitutas, que le habían disparado por la espalda o alguna otra manera dramática e increíble de morir, como la que nos “regaló” David Carradine hace unos años. Pero no, Gandolfini no era Toni Soprano, sólo lo interpretaba.
Y me invadió cierta pena por ese magnífico actor que se sacrificó a sí mismo para convertirse en un jefe de la mafia de New Jersey. Creo que era perfectamente consciente de que Toni Soprano le fagocitó, que nunca nadie ya le vería otra vez en una película sin pensar “ese es el mafioso aquel”.  Así que debemos estarle doblemente agradecidos, porque Los Soprano es posiblemente uno de los mejores productos artísticos de nuestra época, una luz entre la basura televisiva, una historia atemporal que revive lo mejor de los dramas shakesperianos (no sé si se escribe así, pero se ve que Shakespeare tampoco) y nos lo trae directamente a la córnea. Entre tanta fantasía y tanta mitología de buenos y malos, Los Soprano propone una historia de violencia, de la cultura del crimen inserta en la clase media alta, de personajes que se odian todos unos a otros pero fingen quererse como una “familia” sólo porque hay dinero de por medio. Y esta es la principal conclusión a la que se llega después de ver las 7 temporadas (la sexta es doble), incluso a la que llegan sus propios protagonistas. Cuando a principios de la sexta temporada la señora Soprano recibe una suculenta suma de dinero mientras su marido esta ausente (lo diremos así para no llenarlo todo de spoilers), primero piensa que la familia le quiere, que le cuidará hasta que su marido “vuelva”, qué amables son todos, pero luego ve sus caras en el ascensor, esas caras de decepción, de miedo y de frustración porque han perdido una gran suma de dinero que no saben si van a recuperar y sólo por la posibilidad de que Tony vuelva y quiera hacer algún ajuste de cuentas. Y es que Tony Soprano es uno de los grandes personajes de toda la historia, un hombre al que se odia pero que inspira un terrible carisma. Hay veces en las que parece un héroe, pero no deja de ser un asesino sanguinario que mata a cualquiera que se interponga en su camino. Es manipulador, estafador, mentiroso, hipócrita, y todo eso lo justifica con una moral de parbulario, aunque estéticamente elaborada, al menos tal y como se la cuenta a su psiquiatra. Pero en vez de sentir repulsión, uno acaba metiéndose en su pellejo y sintiendo cierta simpatía por él. Y es que la contradicción es la base de la edad adulta y son las series como Los Soprano las que diferencian el entretenimiento adulto del infantil. Todas las series maniqueas donde el mal se concentra en un sólo punto y no se cuestionan los comportamientos de héroes idealizados pertenecen a un segmento artístico diferente (no vamos a decir inferior, aunque lo pensemos). Uno no deja de sentirse identificado con personajes autodestructivos que tienen la llave de la felicidad al alcance de la mano pero no la usan. Y es que quizás ser adulto no implique más que aceptar que la lógica y la razón tienen poco que ver con el comportamiento humano. A continuación propongo una lista de series (actuales) dramáticas no animadas que para mí están más o menos a la altura de Los Soprano. En principio no llevan ningún orden, pero no es cierto del todo:

1) The Wire: este drama policíaco y social es uno de los grandes triunfos televisivos de todos los tiempos. Hay quien dice que es mejor que Los Soprano. El punto de vista múltiple, la estética televisiva (se rodó en 4:3 pese a las presiones de los directivos de la HBO), el humor negro, el hiperrealismo y las historias que te atrapan se suman en una gran crítica a la sociedad norteamericana que arremete contra la policía, la política, los medios de comunicación e incluso contra el propio sistema educativo para explicar el origen (y hasta la necesidad metafísica) de la delincuencia. Quizás sus historias enganchen más que las de Los Soprano y de ahí el éxito popular desmesurado que ha tenido la serie. Todo el que la ve se convierte en una especie de evangelizador que tiene que repetir insistentemente “The Wire es lo mejor que he visto jamás”.  Don Simon firma esta obra maestra policiaca con personajes inolvidables como McNulty, Omar, “Bubbles”, Carcetti, Sobotka o “Stringer” Bell.

2) Mad Men: Supongo que a Mathew Weiner (guionista de Los Soprano) le costó colocar su idea de producir una serie sobre el Manhattan de los sesenta en la HBO y al final tuvo que acudir a la AMC. Pero la jugada no pudo salirle mejor: Mad Men es una serie totalmente adulta que refleja la crisis existencial de un publicista de éxito. Drapper es el arquetipo de hombre de la época: alto, maduro, varonil y sin rasgos infantiles. La serie refleja una sociedad profundamente machista donde lo políticamente correcto se va al fondo de un vaso de whisky o con el humo del tabaco. Los guiones rezuman inteligencia y la ambientación está cuidada al detalle. Uno no puede dejar de sentirse maravillado entre el politiqueo de pasillo, las estrategias de destrucción entre los ejecutivos y los creativos, las batallas sexuales, y sobre todo con la terrible complejidad de los personajes. La serie engancha desde el primer capítulo (que quizás es lo más difícil) y va subiendo de intensidad y calidad hasta llegar a la cuarta temporada (mi capítulo favorito puede que haya sido el de las motocicletas Honda), donde se mantiene con ligeros altibajos compensados por los brillantes episodios dobles de inicio de las temporadas 5 y 6. Y por cierto, tiene la mejor cabecera de todas las series que he visto: integrada a la perfección y copiada hasta la saciedad.

3) Boardwalk Empire:
Terence Winter, otro de los guionistas de Los soprano (qué casualidad) decidió emprender su propia serie y contó con la ayuda inestimable de Scorsese para esta historia de mafiosos de Atlantic City ambientada en los años de la ley seca. En principio, el papel de Enoch, el protagonista, lo iba a interpretar otra vez Gandolfini, pero al final se decantaron por Steve Buscemi, que había participado en Los Soprano como director (memorable capítulo de la cuarta temporada donde Pollie y Christopher se pierden el bosque) y como actor (quinta temporada haciendo de Tony, el primo de Tony —no, no hay error—). Boardwalk Empire tiene la que posiblemente sea la mejor ambientación que he visto nunca: la fotografía, el vestuario, los personajes históricos (Luciano, Rodstein, Capone) el diseño de producción e incluso la música de charleston se unen de forma mágica para llevarnos directamente a esta época violenta y racista. Incluye personajes memorables, como Nelson (Michel Shannon, que está ahora muy de moda), Richard Harrow (uno de los más siniestros que recuerdo) y Rosetti, que aparece en la tercera temporada y recupera lo mejor de los antagonistas “sopranianos”: violencia, sed de poder y perversiones sexuales ridículas. Además siempre es un placer volver a ver en pantalla a Michel K. Williams (Omar en The Wire).

4) Breaking Bad: Y la lista acaba aquí porque de Breaking Bad sólo puedo decir que me encantó el episodio piloto y que estoy deseando tener algo de tiempo en verano para darle una oportunidad. Pero aún así parece que va a estar en esta lista.

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